Volveremos a las pequeñas cosas:
Al calor del abrazo desatado.
Al rojo laberinto de las rosas
con suavidad de raspa de pecado.
Volveremos al beso que no dimos.
Al sabor del olor a hierbabuena.
A aquella noche en la que nos perdimos
y el día amaneció con luna llena.
Al lugar donde aprenden las mareas
que el mar no se desangra en cada ola.
Al azul que, en la llama de las velas,
Volveremos de nuevo a las entrañas
del duro corazón que nos enseña
que, en el fuego que cuece las patrañas,
cualquier salto mortal puede ser leña.
Volveremos al guiño de reojo
de un baile inesperado y clandestino.
Al rosa, anaranjado, casi rojo,
del cielo de un deseo concedido.
A la gota de lluvia que se escurre
recorriendo caminos de cristal.
Al punto donde al cielo se le ocurre
jugar a confundirnos con el mar.
Volveremos a desandar la acera
por la que se consuelan las miradas.
Volveremos a izar la calavera,
las tibias, el valor y las andadas.
Volveremos al rastro del camino.
A la ropa interior de las afueras.
Al lugar donde escriben el destino.
Al puerto donde atracan las esperas.
A empañar con aliento los cristales
del asiento de atrás del infinito.
Volveremos a hacer habituales
los silencios que suenan como un grito.
Volveremos a ser lo que no fuimos,
a la espalda del cuerpo que te añora.
Volveremos a hacer lo que no hicimos
esperando que sea aquí y ahora.
(Javier Ruiz Taboada)